Ka y Ba ambos son elementos espirituales de la existencia humana para los antiguos egipcios. Estos adquieren su propia realidad con la muerte (aunque el Ka del individuo lo acompaña durante toda su vida).
El Ka posee un significado un tanto abstracto, como "el carácter" o la fuerza universal, la "fuerza de voluntad", "vitalidad", lo que convierte en persona al ser humano. Es el motor de la existencia que reside en cada uno. Con la muerte, el Ka abandona el cuerpo en el que ha permanecido, pero con fuerza, sobrevive hasta el momento en que se une de nuevo a él.
Tradicionalmente ha sido mal traducido como espíritu, pero esta equiparación se revela insuficiente y problemática ya que el Ka es más una fuerza que da vida al individuo y que está asociado al cuerpo temporalmente, permitiendo que el cuerpo se mantenga con vida y que el difunto pueda alimentarse. El Ka protege al hombre mientras vive y permanece como protector tras la muerte, siempre que se cumplan unos ritos específicos, ya que está ligado a la alimentación. En algunos contextos parece transmitir un sentido de poder intelectual y espiritual; no era individual sino que constituía una fuerza común a una familia y pasaba a la descendencia de padre a hijo. Además la palabra Ka sirvió también para designar al toro y al alimento.
Morir, para un egipcio, significaba "ir al encuentro de su Ka", una unión que se producía en el enterramiento y que los egipcios designaban como "salida hacia su bella tumba".
Por otro lado, el Ba funciona como un elemento "móvil" del fallecido. El Ba, como elemento volátil que va y viene, suele regresar, no sólo a la tumba donde descansa el cuerpo, sino a los lugares que recorrió el difunto durante su vida. Esta movilidad, sin embargo, está limitada. Necesita su cuerpo difunto en perfecto estado para reconocerlo. De ahí la importancia de los rituales de embalsamamiento y momificación, y que en las tumbas, como medida de precaución, se incluyeran Estelas de Falsa Puerta y estatuas del fallecido, mediante las cuales el Ba reconocería el soporte material que le debía sustentar, o su sustituto (la estatua), que reproducía sus facciones. La eliminación del cuerpo implicaba la eliminación del Ba. En consecuencia, el Ba, móvil pero vinculado siempre al cuerpo, funciona como un elemento personal del individuo, unido intrínsecamente a su personalidad.
En el Reino Nuevo, Tras los preceptivos setenta días que dura el proceso de embalsamamiento, la momia real es colocada en una embarcación a la cabeza de una pequeña flota que la llevará Nilo arriba hasta su último lugar de reposo: el Valle de los Reyes, al occidente de Tebas, la capital del país.
Tras desembarcar, el ataúd con la momia real es colocado sobre una plataforma tirada por dos bueyes para ser trasladado hasta la tumba. Pero el difunto faraón no irá solo. Su último viaje lo hará acompañado de una nutrida procesión compuesta por sacerdotes de cabeza afeitada que llenan el ambiente con sus cánticos y con el aroma del incienso; plañideras profesionales que gritan, lloran, gimen y se desgarran las vestiduras mientras mesan sus cabellos con desesperación; sirvientes que transportan los enseres que compondrán el lujoso ajuar funerario del rey. La procesión funeraria la cierran dos mujeres vestidas como las diosas Isis y Neftis, las dos hermanas dolientes de Osiris, que con las alas desplegadas protegen al difunto.
Cuando la numerosa comitiva llega ante las puertas de la tumba real, un sacerdote sem (puro), que porta una máscara con la efigie del dios cánido Anubis, pide permiso para llevar a cabo el entierro. En ese momento aparece un grupo de danzarines muu, que lleva a cabo una danza ritual ante el féretro para confirmar que el funeral puede proseguir. Posteriormente, un sacerdote lector o jer-heb lee algunos pasajes de un texto funerario. Una vez acabados estos rituales, el féretro, con la momia en su interior (algunos autores sostienen que la ceremonia se hacía ante la momia, que había sido sacada del ataúd; otros creen que se realizaba ante una estatua y que tenía lugar dentro de la cámara funeraria), es puesto en pie delante de la puerta de la sepultura para llevar a cabo el rito más importante de todos, el que permitirá al difunto recuperar todos sus sentidos para poder vivir plenamente en el más allá: se trata de la conocida como ceremonia de "la apertura de la boca y de los ojos".
La ceremonia de la apertura de la boca es un ritual del que se tiene constancia desde tiempos muy remotos, no era exclusiva de la realeza, sino que se llevaba a cabo sobre la momia de cualquier fallecido con el objeto de asegurarle la plena recuperación de todos sus sentidos (habla, vista y oído) para su vida ultraterrena. Así, esta ceremonia constituía la confirmación de que la muerte no era el final, sino el principio de una nueva vida que duraría eternamente.
Los pasos (75, según algunos textos) que seguían los sacerdotes encargados del ritual eran muy complejos y estaban cargados de misticismo. La recuperación de cada sentido correspondía a un dios diferente que era representado por un sacerdote vestido con una máscara de la divinidad. Por ejemplo, el dios Ptah, dios creador de Menfis, era el encargado de "abrir" simbólicamente la boca del difunto para que éste recuperase el habla, y el dios funerario Sokar se ocupaba de la recuperación de la vista.
Vivas, Tito. El Viaje de un Egiptólogo Ingenuo. Ediciones del Viento, 2019 (pág. 68-69).
Mayans, Carme. La Curiosa ceremonia egipcia de la apertura de la boca. Historia National Geographic. 2020
Un estudio realizado por el famoso egiptólogo Zahi Hawass y por Sahar Saleem, profesora de radiología en la Universidad de El Cairo y especialista en escaneo de momias, parece haber resuelto un misterio milenario: el de la muerte de "la mujer que grita", una momia femenina que fue descubierta en 1881 en el escondrijo de Deir el-Bahari (DB320), junto con otras momias reales de las dinastías XVIII, XIX y XX. Los análisis realizados sobre el cuerpo revelaron que una aterosclerosis severa de las arterias coronarias habría provocado la muerte súbita de esta princesa egipcia, causándole un fulminante ataque al corazón.
OCULTA EN UN "ESCONDRIJO"
La historia de esta momia comenzó en 1881, cuando se descubrió en Deir el-Bahari, en la orilla occidental de Luxor, un escondrijo repleto de momias reales. En este lugar, los sacerdotes de las dinastías XXI y XXII escondieron algunas de las momias reales enterradas en el vecino Valle de los Reyes para protegerlas de los ladrones de tumbas que actuaban en la zona en ese período. El "escondrijo" de momias contenía, entre otras, las momias de varios faraones importantes como Tutmosis III o Ramsés II.
Otra momia famosa que se descubrió allí es la conocida como "la momia que grita", que recientemente ha sido identificada como la del príncipe Pentaur, hijo de Ramsés III, que fue condenado a muerte por haber participado en la conspiración que acabó con la vida de su padre. La momia de "la mujer que grita" mostraba asimismo una expresión de terror y de dolor, y su boca estaba abierta en un grito eterno, de ahí el nombre por el que es conocida. Pero a diferencia del príncipe Pentaur, el cuerpo de esta mujer recibió un excelente embalsamamiento. En consecuencia, es obvio que las circunstancias de su muerte fueron muy diferentes a las del desdichado príncipe.
El "escondrijo" de momias contenía, entre otras, las momias de varios faraones importantes como Tutmosis III o Ramsés II.
Los textos en hierático inscritos en las envolturas de lino de la momia rezan así: "La hija real, la hermana real de Meret Amón". La momia fue designada como la "momia de la mujer desconocida A", y aunque la inscripción afirma que se trata de la hermana de una princesa llamada Meret Amón, es complicado saber de quien se trata ya que ha habido varias princesas con el mismo nombre, por ejemplo Meret Amón, hija del rey Seqenenre de finales de la dinastía XVII (hacia 1540 a.C.), y también Meret Amón, hija del faraón Ramsés II (1279-1213 a.C.), de la dinastía XIX.
UN ATAQUE AL CORAZÓN
Para resolver el misterio de la muerte de la mujer, Hawass y Saleem llevaron a cabo una Tomografía Computarizada (TC) sobre la momia en la Universidad de El Cairo. Los resultados indican que la mujer, que murió hacia los sesenta años, sufrió en vida un grado severo de aterosclerosis, que afectó a muchas de las arterias de su cuerpo. La aterosclerosis es una enfermedad degenerativa que afecta progresivamente a la pared arterial, lo que lleva a un estrechamiento de la cavidad y al bloqueo de los vasos sanguíneos. La Tomografía Computarizada mostró que la mujer padecía aterosclerosis en las arterias coronarias derecha e izquierda, las arterias del cuello, la aorta abdominal y las arterias ilíacas, así como en las arterias de las extremidades inferiores. Las enfermedades cardíacas, especialmente la enfermedad de las arterias coronarias, son la principal causa de muerte súbita en adultos incluso en la actualidad.
La mujer, que murió hacia los sesenta años, sufrió en vida un grado severo de aterosclerosis, que afectó a muchas de las arterias de su cuerpo.
Parece que la "mujer que grita" murió repentinamente mientras se encontraba en la postura en que fue momificada, con las piernas cruzadas flexionadas. Al morir, su cabeza se inclinó hacia el lado derecho y su mandíbula cayó. "Suponemos que el cadáver de 'la mujer que grita' podría no haber sido descubierto hasta horas después de haber muerto, lo suficiente como para desarrollar rigor mortis. Posiblemente los embalsamadores momificaron el cuerpo contraído de la mujer antes de que se descompusiera o se relajase. Por lo tanto, los embalsamadores no pudieron ni cerrar la boca ni colocar el cuerpo contraído en una postura yacente, como era habitual en las otras momias, preservando así la expresión facial y la postura que tenía en el momento de la muerte", concluye Zahi Hawass.
Tomado de: Historia, National Geographic, Julio 21 de 2020 (Carme Mayans).
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